Ana esbozo una sonrisa mientras recordaba la conversación que tuvo aquella mañana con su editor, dime Ana, qué estarías dispuesta a hacer por publicar tu libro, cualquier cosa dije sin pensar y ahora se encontraba en aquel callejón empapada, muerta de frío y con su manuscrito bajo el brazo.
Aquí es, número 17, Ana siguió las instrucciones de Armando, llamó tres veces y espero, de repente se abrió la puerta.
-¿Quien es? Se oyó desde el fondo de la casa -Hola, soy Ana, Armando mi editor, me..
-Pasa hija, pasa, debes estar empapada.
Ana obedeció sin rechistar y siguió hasta llegar a una pequeña cocina con una gran chimenea y donde se podía oír el crepitar de la madera.
A un lado vio un labrador con su arnés de guía a los pies de una anciana.
- Pero hija quítate esa chaqueta y siéntate, Ana obedeció y mirando a la anciana le preguntó ¿ Perdone? Cómo puede ayudarme si es ciega.
La anciana sonrió y le dijo léeme tu libro y cuando acabes decidiré si termina en mi hoguera o en las mejores librerías del mundo, te aseguro que no hay nada como conseguir emocionar a una anciana ciega.
No hay comentarios:
Publicar un comentario