lunes, 7 de septiembre de 2020

Amar la escritura

 Ana esbozo una sonrisa mientras recordaba la conversación que tuvo aquella mañana con su editor, dime Ana,  qué estarías dispuesta a hacer por publicar tu libro, cualquier cosa dije sin pensar y ahora se encontraba en aquel callejón empapada, muerta de frío y con su manuscrito bajo el brazo. 

Aquí es, número 17, Ana siguió las instrucciones de Armando, llamó tres veces y espero, de repente se abrió la puerta. 

-¿Quien es? Se oyó desde el fondo de la casa -Hola, soy Ana, Armando mi editor, me.. 

-Pasa hija, pasa, debes estar empapada.

Ana obedeció sin rechistar y siguió hasta llegar a una pequeña cocina con una gran chimenea y donde se podía oír el crepitar de la madera.

A un lado  vio un labrador con su arnés de guía a los pies de una anciana.

- Pero hija quítate esa chaqueta y siéntate, Ana obedeció y mirando a la anciana le preguntó ¿ Perdone? Cómo puede ayudarme si es ciega. 

La anciana sonrió y le dijo léeme tu libro y cuando acabes decidiré si termina en mi hoguera o en las mejores librerías del mundo, te aseguro que no hay nada como conseguir emocionar a una anciana ciega.

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