martes, 3 de julio de 2012

14 años y una nueva vida

Cualquiera puede pensar que 14 años son pocos o muchos, depende de con que ojos o vivencias lo mires, yo tengo el doble rasero, 14 años son muchos por que son los que llevo lejos de mi familia, de una parte muy importante de mis amigos, en definitiva de una gran parte de mis seres más queridos y pocos porque son los que llevo conviviendo con mi segunda vida, la que conseguí robarle al destino.

No es fácil hablar del pasado  y si es doloroso menos, hay psicólogos (y yo quiero ser de estos) que te animan a explicar lo sucedido, que te dicen e intentan convencer que cuantas más veces lo cuentes más rápido te librarás del yugo, pero si he de ser sincera a mi no me ha servido de mucho, quizás para hablarlo con más naturalidad, pero no consigo explicarlo con la tranquilidad que esos 14 años me respaldan, sin sufrir el miedo a girar la espalda y verte allí, de pie esperando dar el golpe certero, aquel que no conseguiste darme en aquel interminable día de mes de julio, aquel que me hubiese arrebatado la vida con tan solo 24 años, no acabaste con lo que empezaste, quizás porque en un momento impensable tuviste un ataque de lucidez o quizás por cobardía porque igual pensaste que si acababas con mi vida no solo perdería yo, sino tú, tú ego masculino te impidió hacerlo, pero te aseguraste de que el miedo me persiguiera allá donde fuese, te aseguraste y te aseguras que no pueda pisar mi tierra con tranquilidad, porque sigues buscándome ¿crees que ahora podrás acabar lo que empezaste?

Ya no me conoces, ya no sabes quién soy no por lo que los años haya podido hacer a mi físico, sino por lo que ha hecho a mi persona, ahora no conseguirías arrinconarme, no conseguirías despreciarme, si tuviera valor, te lo diría a la cara, todas y cada una de las veces que he tenido que volverme cuando he visto que paseabas por las calles de mi casa, volver a huir para seguir viva y mientras mis padres, mi hermano, mis ti@s, mis prim@s y amigos sufren tu acoso constante, sufren tu presencia en silencio, para no perturbar mi tranquilidad, para no hacerme sentir culpable, ellos cargan con el peso de tu crueldad, de la que yo conseguí zafarme.